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Palauet Albéniz
Un Pabellón Real para la Exposición Internacional de 1929
Erase una vez una próspera ciudad preparándose para celebrar su segunda Exposición Universal. La primera, celebrada el año 1888, supuso la rehabilitación de la zona del Parc de la Ciutadella y la construcción de algunos edificios que aún forman parte de la ciudad, como el Arc de Triomf, la Cascada Monumental y el Castell dels Tres Dragons, obra de Lluís Domenech i Montaner.
Para su segunda Exposición se eligió otra parte de la ciudad, en este caso la montaña de Montjuic y algunas zonas colindantes, como la Plaza de España. Se construyeron diversos edificios e instalaciones, algunos de los cuales son elementos icónicos de nuestra ciudad, como el Pabellón Mies van der Rohe, el Estadio Olímpico, el Teatre Greg, la Font Màgica, el Pueblo Español o el Palau Nacional, actual sede del MNAC (Museu Nacional d’Art de Catalunya).
Durante su celebración, el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia residían en el Palau de Pedralbes, inaugurado cinco años antes. Un palacio nuevo, amplio y a poca distancia de la zona de la Exposición, aun así, se decidió construir un Pabellón Real para recibir a los huéspedes ilustres que visitaban el certamen y como lugar de reposo de la Familia Real.
Este Pabellón Real de Montjuic es el actual Palauet Albéniz, propiedad de l’ Ajuntament de Barcelona y hoy en día la residencia oficial de la Familia Real Española en sus visitas a la ciudad.
Entre los años 1965 a 1970 se remodeló y amplió el palacete con dos nuevas alas, donde destaca la cúpula del vestíbulo pintada por Dalí y la rotonda, un amplio salón situado en el centro del palacete con una magnifica cúpula de cristales policromados.
Durante las Festes de La Mercè este edificio se abre a la ciudadanía para que puedan conocer su interior, además se puede aprovechar para pasear por los jardines de Joan Maragall que rodean el palacete, sede de diversas actividades familiares y tradicionales de la Fiesta Mayor de Barcelona, donde se puede acceder todos los sábados y domingos por la mañana.
Una visita que merece la pena, por el edificio en sí, como por el grupo de actores que animaban a los visitantes durante los minutos de espera en la cola antes de entrar al palacete. Un acierto.
Avinguda de l’Estadi, 65-69